Durante muchos años pensamos que el spam, el correo basura, algún día se cargaría el email. Algunas estadísticas indicaban que más de un 90% de los correos que se enviaban a nivel mundial eran spam. Las arterias de la red estaban gravemente congestionadas por el correo basura. Pero con máquinas y redes cada vez más potentes, la realidad es que el incremento del número de correos basura se asumió sin mayores problemas.
Pero, fíjate por donde, al final el correo basura se cargó el email de una forma más sutil. Ante la masiva afluencia de spam, todos los sistemas de correo cuentan ya con gestor de correo basura. Algunos mejores, otros peores. Pero, en general, todos son capaces de pillar el correo basura, de forma que cada vez es menos frecuente que te llegue alguno de este tipo a tu bandeja de entrada.
El problema está en los falsos positivos. Mensajes que el sistema cree que son correo basura pero que no lo son y que, debido a ello, los envía tu buzón de spam cuando son correos perfectamente válidos. A peor sea el sistema gestor, más veces cometerá errores de este tipo. Empieza un correo diciendo «estimados señores» y ya tienes algún boleto para que tu correo sea basura. Pon en tu firma un enlace a tu propio blog o página web o proyecto en el que estés involucrado y de nuevo has ganado algunos puntos. Envía un correo con un fichero adjunto, otros puntos más. Envía el correo a varias personas de distintos dominios, más puntos. Claro, si envías un correo en el que combinas varias de las anteriores cuestiones, tienes casi todos los números para que algún sistema de spam cutre y básico coja tu correo y lo mande a correo basura.
Y así, poco a poco el email va muriendo. Simple y llanamente porque, si había algo maravilloso del email en sus orígenes, era casi la absoluta seguridad de que lo que enviabas llegaba al destinatario. Había gente que tenía la costumbre de llamarte cuando te enviaba un email para asegurarte de que lo hubieras leído, pero realmente no era necesario. Siempre llegaba. Que lo vieras antes o después o que tardaras más o menos en contestar, eso era otra cuestión. Pero llegar, lo que es llegar, llegaba.
Ya no. Cada vez que mandas un email y no recibes respuesta te queda la duda: ¿será que no llegó? Cada vez es más frecuente que se envíe un WhatsApp para confirmar la llegada de un correo. Luego, que envíes el correo por WhatsApp. Y así, poco a poco, el email morirá simple y llanamente, porque cada vez será menos fiable. Que pena que la avaricia de algunos haya acabe por destruir una de las mejores herramientas de trabajo que tenemos (teníamos).
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